En muchas ocasiones, la mandíbula atrófica es consecuencia de la pérdida de todos los dientes o de llevar un aparato removible durante muchos años.
Cuando el hueso va disminuyendo por falta de estimulación, durante diez o quince años, esto puede desencadenar una atrofia.
Por esta razón, la mandíbula puede tener una medida vertical de hasta 6 milímetros o a veces menos. En consecuencia, la mandíbula puede romperse con tan solo bostezar.
Estos casos se denominan atrofia severa o terminal. Es importante tener en cuenta que la atrofia severa existe en pacientes mayores, pero también en pacientes a los cuales les faltan sus piezas dentarias desde hace muchos años. En estos casos, la opción de injerto de hueso es complicada porque cuando un hueso no ha trabajado desde hace muchos años, le falta vascularización de sangre, un inconveniente mayor para el injerto.
Otro problema de la mandíbula atrófica es que hay que colocar implantes en las partes de las muelas, ya que masticamos con los dientes molares.
Si solo hay implantes en los dientes frontales, seguiremos perdiendo hueso en la parte posterior. En otras palabras, si tenemos pocos implantes frontales, éstos se pueden caer ya que no son suficientes para soportar una masticación equilibrada (normalmente tenemos 14 dientes y muelas que tienen hasta 3 raíces).
Debemos imaginar que para hacer una implantación completa de la mandíbula es primordial contar con un apoyo muy fuerte de la parte posterior. Las placas que ofrecemos son implantes que se pueden colocar encima de los nervios sin tocarlos. Tienen anclajes fuertes para compensar las fuerzas, en la región posterior de la mandíbula.
En Clínica Cotten estamos especializados en este tipo de casos.
Llámenos y le haremos un estudio personalizado.